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Detalles artesanos para una cocina llena de magia

Disculpad que haya tenido el blog un poco abandonado estas últimas semanas, pero las obras de mi casa, que siempre terminan siendo laboriosas, me han quitado mucho tiempo. Hoy vuelvo para presentaros, justamente, algunos detalles de mi remodelada cocina, que he querido que tenga un evidente aire campestre. Pasé mi infancia en el pueblo y quiero traer esos recuerdos a mi casa. Para conseguirlo, he optado, por supuesto, por la artesanía.

Sabéis, y este blog es buena muestra de ello, que soy una auténtica apasionada de lo hecho a mano, pues son productos únicos que nunca voy a ver repetidos en otro hogar. Por eso, tenía claro que deberían formar parte de la decoración de mi cocina. Os cuento cuáles he introducido:

Para empezar, los tejidos artesanales han tenido un peso fundamental. Ahora que tengo una mesa nueva, de madera verde claro, preciosa, decidí cubrirla con un mantel muy sencillo en blanco, con pequeños calados y hecho a mano en Marruecos. Lo he combinado con paños en colores claros y de algodón, para secar las manos y también como elementos decorativos.

La cerámica es otra parte fundamental de mi nueva cocina de aires rústicos. Me encanta desayunar pausadamente antes de ponerme a trabajar, y ahora puedo hacerlo en preciosos cuencos de cerámica y en una  jarra maravillosa. Ambos proceden de Polonia, un país que, si no lo sabíais cuenta con una tradición centenaria de trabajo con este material. A menudo lo decoran con motivos florales y vegetales, por lo que son perfectos para traer el campo a casa.

El toque final lo he conseguido con unas cortinas también completamente hechas a mano, muy sencillas pero con calados que combinan perfectamente con el mantel.

Como véis, se trata de detalles muy concretos y no excesivamente caros, con los que el resultado final ha sido más que satisfactorio.

 

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El mercado de motores, un rincón perfecto para comprar artesanía bonita

Del 9 al 11 de abril, es decir, este mismo fin de semana, se celebra una nueva edición del Mercado de Motores de Madrid. Se trata de una de las grandes citas para los amantes de las antigüedades, los objetos de coleccionismo, muebles de todo tipo, sofás, estanterías, tapices.. y, por supuesto, la artesanía bonita, que es la razón por la que aquí os traigo esta cita. Se trata de un enorme mercado en el que tiendas y particulares venden sus particulares tesoros, seleccionados con mucho mimo por los organizadores: no tengas miedo a que, como en otros mercadillos similares, te encuentres con un montón de puestos ofreciendo lo mismo, puesto que aquí la originalidad es la norma. 

Pero si algo tiene de particular el Mercado de Motores, como quizás puedes intuir por su nombre, es que se celebra en una auténtica estación de tren, entre viejos vagones y locomotoras, lo que hoy es el Museo del Ferrocarril. Resulta una auténtica experiencia pasear buscando artesanía bonita mientras te contemplan auténticas obras de arte ferroviarias. Además, el mercado se completa con un montón de actividades paralelas, que hacen de él un espacio idóneo para visitar en familia, sobre todo ahora que la llegada de la primavera garantiza mayores probabilidades de sol.

Si estás pensando en qué hacer este fin de semana, no lo dudes. Acércarte al Mercado de Motores y husmea entre sus puestos, porque seguro que encontrarás varios objetos hechos a mano especialmente bonitos. Es una oportunidad ideal, por otro lado, de conocer a nuevos creadores artesanos que están fuera de los grandes circuitos y que aquí tienen una oportunidad perfecta de mostrar su talento. 

 

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Lalique o la joyería hecha arte

En mi último post os hablaba de la magia que Tiffany conseguía con sus lámparas de cristal. Hoy sigo abordando el mismo material, pero en este caso desde el punto de vista de la joyería. El protagonista de hoy es René Lalique, y lo que me fascina de él es su capacidad para hacer del cristal una auténtica obra de arte. 

Lalique nació a finales del siglo XIX en Francia, y fue un maestro vidriero, de esos que apenas quedan ya en nuestros días. Como Tiffany, también lo asociamos con los estilos Art nouveau y art decó, que cultivó tanto en botellas de perfume como en vasos, candelabros o relojes. No obstante, es sin duda por su joyería por lo que ha pasado a la posteridad. Comenzó a trabajar en joyería con sólo 16 años, en París, estudios que completaría en Londres. Prueba de que desde bien pronto demostro una especial pericia en el oficio fue desde muy joven estuvo como empleado en el prestigioso centro de Cartier. Pero el aprendiz evolucionó, y tal llegó a ser su fama que decoró trenes, barcos y hasta iglesias. 

Sin duda se trata de trabajos muy monumentales, pero yo no puedo evitar sentirme fascinada cada vez que contemplo uno de sus impresionantes collares, tiaras o pulseras. El colorido y la originalidad de sus formas son puro art decó y han seguido fascinando a la industria de la joyería muchas décadas después de la muerte de su creador, que acabó configurando todo un estilo con nombre propio. A menudo emplean elementos vegetales y naturales pero entendidos de una forma muy sugerente.

Si queréis ver piezas de Lalique originales, sabed que no tenéis que desplazaros muy lejos: en Lisboa, el empresario y coleccionista de origen armenio Calouste Gulbenkian creó el museo del mismo nombre, en el que se reúnen infinidad de joyas que tienen el sello impresionante de este creador francés. 

 

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Las lámparas Tiffany, una auténtica obra de arte en cristal

Hoy quiero hablaros de un tipo de lámpara que probablemente habréis visto en muchas ocasiones, y que también es más que probable que os haya llamado la atención por su refinamiento. Me refiero a las lámparas Tiffany, caracterizadas, ante todo, por la bonita decoración de sus cristales, de formas y colores muy variados, que acaban produciendo efectos de luz realmente maravillosos y que las convierten en auténticas obras de arte.

Fueron inventadas por Louis Comfort Tiffany, un artista y diseñador industrial estadounidense que es conocido como uno de los principales impulsores del estilo art nouveau de ese país. Aunque fue también pintor y diseñador de interiores, ha pasado a la historia sobre todo por su original trabajo como diseñador de ventanas y lámparas en vitral, que finalmente adquirieron tal fama que tomaron su propio apellido. 

Tiffany se concentró durante su carrera en el empleo del vidrio como elemento artístico, una idea muy novedosa para el momento. En su empresa empleaba vidrios opacos caracterizados por su variedad de colores y texturas, que le torogaban un aire muy diferente a los que se habían empleado en Europa durante siglos. Sus lámparas fueron adquiriendo una gran popularidad desde los últimos años del siglo XIX, hasta el punto de que su fábrica llegó a tener trabajando más de trescientos artesanos. Porque precisamente una de las señas de identidad que hacen únicas a sus piezas es su fabricación enteramente manual. Incluso hoy en día, producir una lámpara Tiffany sigue llevando al menos cien horas. 

A pesar de que sempreas también creaba esmaltes, cerámicas y otros productos, para interiores, las lámparas fueron desde el principio uno de sus productos más demandandos. Muchas tenían na clara inspiración vegetal, y de hecho recibían nombres tales como  "libélula" o "loto". La belleza de estas piezas sigue admirando hoy en día, de manera que continúan siendo elementos que aportan una gran elegancia y refinamiento a cualquier estancia de tu casa. 

 

 

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Los guantes, un accesorio con tintes artesanos

Aunque hoy en día no se trate de un complemento de uso generalizado, hubo un tiempo en el que cualquier mujer e incluso cualquier hombre que aspirase a salir de casa con un atuendo elegante no podía olvidar sus guantes. Me refiero, sobre todo, al siglo XIX. En esa época eran accesorios existentes en todo tipo de modelos, colores y longitudes. Imaginaos si eran piezas importantes que se consideraba incluso que una dama no estaba completamente vestida si carecía de ellos. Y aunque en ese siglo comenzaron ya a desarrollarse con fuerza las fábricas y su producción, muchos guantes siguieron fabricándose enteramente a mano, y además, en tejidos diferentes según la época del año de la que se tratase, puesto que si en invierno resultaban ideales los fabricados en lana para combatir el frío, un precioso vestido veraniego podría completarse con unos realizados en lino o en algodón, que aportarían un toque chic.

Teniendo en cuenta que hasta no hace tantos años, una mano morena y curtida por el sol se consideraba antiestética y se asociaba a personas de clase baja, las mujeres de la aristocracia prácticamente no se quitaban los guantes para nada, y para las de clase inferior eran considerados auténticos signos de prestigio, ideales como regalo para una mujer. La moda, obviamente, también fue variando: hubo temporadas en las que predominaban los de tonos oscuros en contraste con atuendos claros, y otros momentos en los que se preferían las tonalidades más vivas. Podían encontrarse realizados en cabritilla o de piel forrada con borreguillo, y los bordados se encontraban entre los favoritos por su especial elegancia. Incluso podían hallarse otros con delicados detalles, como los volantes de seda plisada en sus extremos o los galones bordados. Para el corte y adorno se seguían estrictas normas que pocas variaciones admitían, salvo en el caso del color. El amarillo fue durante muchos años considerado uno de los colores más elegantes

Por su uso cotidiano y su carácter refinado, un ejército de modistas y sastres trabajaron, durante décadas, produciendo guantes hechos a mano, que hacen que estemos ante un accesorio con auténticos tintes artesanos. 

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Chiapas, un paraíso de lo artesano

Hoy volvemos a recorrer el mundo, acercándonos en este caso a México, y más en concreto a la que probablemente sea una de sus regiones con más sabor artesano, Chiapas. Esta región, que cuenta con una población mayoritariamente indígena, es en efecto productora de piezas con un marcado carácter autóctono, que no podemos encontrarnos en otras partes del país.

En concreto, los tejidos tienen una especial importancia en su producción artesana. Generalmente realizados por mujeres, los bolsos y  las carteras se encuentran entre las piezas más habituales. Se fabrican en telares de cintura, muy singulares porque el propio telar va sujeto al cuerpo de quien lo usa. Chiapas cuenta con una gran variedad de materias primas que facilitan la producción de todo tipo de objetos pero es que, además, sus indígenas tienen una clara conciencia de que fabricarlos para luego venderlos es una de las mejores maneras de preservar sus tradiciones, por lo que son activos creadores y vendedores. Han tenido éxito en su planteamiento, porque la decoración étnica es cada vez más demandada por los consumidores occidentales y se asocia a un mundo de exotismo y viajes sin fin. Conviene tener en cuenta, en todo caso, que aquí no encontraremos productos tan baratos como los que se crean en otras latitudes de Asia, por ejempo, puesto que nos hallamos ante objetos que son en sí mismos obras de arte con profundo trasfondo cultural y social. 

San Cristóbal de las Casas es el principal núcleo productivo, y parada obligada si queremos descubrir los secretos de lo handmade en Chiapas. Sus calles están llenas de pequeños establecimientos, en los que es posible adquirir desde cerámica hasta complementos o las famososas blusas bordadas, que clientes europas y norteamericanas combinan con unos sencillos vaqueros para lograr un toque bohemio y con cierto punto hippy. 

Lo cierto es que los productos actuales de Chiapas son una muestra del mestizaje que caracteriza a todo México, pero tienen también muchas de las especificidades de los distinguos pueblos indígenas del Estado, como los Choles, los Tzeltals o los Lcandones. Los retos de estos artesanos son la competencia de los productos industriales llegados de China o la India y la desaparición de sus materias primas ante el avance de agresivos proyectos de minería o deforestación en su territorio. Comprar directamente a los artesanos es  la mejor manera de garantizarles el sustento y el futuro. 

 

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El encaje de Camariñas, tan cerca y tan desconocido

Hoy quiero hablaros de una artesanía bonita que tenemos a un paso pero que, sin embargo, es una gran desconocida seguramente para muchas de vosotras. Para mí fue un descubrimiento en un pequeño-gran viaje que hice a Galicia hace más o menos un año, cuando en 2014 decidí pasar las Navidades en la Costa da Morte, la parte norte de la provincia de A Coruña. Camariñas es uno de los enclaves marineros más conocidos de esta región, caracterizada por sus impresionantes paisajes. Pero además de pasear por sus calles, de genuino sabor marinero, lo que más me impresionó fue contemplar en sus calles y en algunos obradores a las "palilleiras", el nombre que aquí reciben las mujeres que realizan el encaje de Camariñas. Y lo digo así, con su nombre completo, porque se trata de un tipo de artesanía con denominación de origen y renombre internacional. Me asombró, sobre todo, la rapidez con la que sobre una especie de almohadón de forma rectangular van pasando los hilos entre alfilares para crear la forma prediseñada. 

El resultado son piezas realmente elegantes, que destacan por su minucioso trabajo. Hay encaje de Camariñas para casi todo: en colchas, caminos de mesa, baberos... Incluso, en las versiones más actuales, pueden encontrarse en moda, en vestidos o camisas que reivindican los saberes tradicionales al tiempo que buscan aportar nuevos usos a este encaje.

Las explicaciones sobre el origen del encaje de Camariñas son diversas. A mí particularmente me encanta la que considera que es un arte traído a Galicia desde Flandes, durante la época en la que existían intensos contactos marítimos entre ambas. zonas. Los defensores de esta idea aluden a las similitudes que existen entre el encaje de Camariñas y el de algunas regiones del norte de Europa. 

Sea cual sea la explicación correcta, la belleza de estas piezas es innegable. Si os quedáis con ganas de más, en el cercano Castillo de Vimianzo, que por sí mismo ya merece una visita, hay una muestra de artesanía en la que siempre se incluye un grupo de palilleiras. 

 

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Los Yao, un pueblo famoso por sus bordados

La variedad de la artesanía asiática es impresionante, y en ella podemos encontrar desde el estallido de colores de la India hasta la mayor sobriedad y el exquisito refinamiento del arte japonés. Pero hoy quiero hablaros de un pueblo que es famoso por un arte muy concreto, el bordado. Me estoy refiriendo a los Yao, una comunidad que habita en países como Laos, China y Vietnam. El colorido y detalles de sus trabajos bordados parece que nos recuerdan a los de la artesanía del Este de Europa, pero nada más lejos de la realidad: estamos en plena Asia. 

Entre sus bordados, el realizado en rojo es uno de lo más característicos. Tradicionalmente lo realizan las mujeres, que luego utilizan estos bordados como parte de su indumentaria, de la que forman parte coloridas camisolas y bonetes decorados con campanas y pompones. La mayoría de estas mujeres son analfabetas, y el bordado les proporciona una especie de medio de expresión que, además, se hereda de madres a hijas. Componen elaborados paneles que luego decoran pantalones y túnicas, como en una especie de poema sin palabras. En ocasiones, el rojo se combina con amarillo y crea relatos de tigres o pinos que recuperan y mantienen sabidurías y mitos ancestrales. Las mujeres trabajan en este tipo de arte prácticamente a cualquier hora del día, si bien las horas de luz son obviamente preferibles, pues se trata de una tarea que requiere gran precisión.

Los bordados de los Yao son especialmente relevantes en ocasiones señaladas, como las bodas, para las que se guardan los mejores vestidos. En los enlaces matrimoniales cada detalle cuenta, especialmente para la novia, que a menudo es juzgada por la calidad y detallismo de sus bordados. Asimismo, en los mercados de los principales núcleos urbanos de estas comunidades se despliega todo un arsenal de tejidos bordados, que alegran la vista incluso en los días más oscuros. En ellos se pueden comprar estas impresionantes obras de arte, pues no son otra cosa los bordados Yao. Se trata de una artesanía muy distintiva pero que, al mismo tiempo, me recuerda a ciertos trabajos de los indígenas latinoamericanos. Quizás la especial conexión que unos y otros tienen con la tierra esté en el origen de trabajos que en ocasiones resultan similares, pese a la gran distancia geográfica que media entre unos y otros. Si tenéis la ocasión, no lo dudéis y comprad alguna de estas maravillas bordadas.

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Velas artesanas: ilumina tu casa con pedacitos del mundo

La vela es uno de los objetos que ha acompañado al ser humano casi desde su mismo nacimiento, pues muy pronto fue evidente que era necesario iluminarse de algún modo para poder seguir trabajando o estudiando cuando ya no había sol. Poco a poco, las velas artesanales primitivas fueron adquiriendo un grado mayor de complejidad: velas decorativas, velas, perfumadas, faroles portavelas.... Una amplia gama de velas y portavelas originales se han venido desarrollando desde los inicios remotos de este producto. Lejos de ser únicamente un medio de iluminación, las velas decorativas y aromáticas demuestran que es posible crear variantes muy especiales de estos productos, que además nos hablan de la parte del mundo de la que proceden.

Y es que hacer portavelas y velas artesanales forma parte de la tradición artesana de diversas culturas. Desde portavelas de cristal hasta velas perfumadas, la vela artesanal nos habla de los modos de hacer y de la historia de las tradiciones de diversos lugares del mundo. Por ejemplo, los portavelas artesanales de la artesanía turca combinan la influencia oriental y la occidental, una tónica en todo este país: se realizan en cristal de Murano llegado desde Italia pero su decoración nos recuerda a los murales orientales mas trabajados. El propio farol portavelas turco tiene muchos puntos en común con las menaras de Marruecos, por ejemplo, otro tipo de lámparas artesanales que también adquieren una especial belleza.

Precisamente Marruecos es un país en el que la vela decorativa es todo un arte. Ello se consigue con la combinación de materiales, desde la simple cera hasta el metal e incluso el cristal, y con la inclusión de motivos decorativos muy propios de la tradición árabe, desde los bonitos elementos geométricos que podemos ver en la arquitectura de diversos países islámicos, hasta la mano de Fátima, que es empleada en todo el Mediterráneo como un elemento que trae la buena suerte de quien lo posee. Las velas decorativas de Marruecos se caracterizan por su vibrante colorido, un elemento común entre todos sus objetos hechos a mano y que llena de alegría cualquier casa.

Otro país con unos portavelas muy originales es México. De su pueblo de San Bartolo Coyotepec, en el Estado de Oaxaca, procede el barro negro, un peculiar tipo de arcilla que permite crear, tras un laborioso proceso de varios días de trabajo, unos portavelas calados que dejan pasar la luz sutilmente creando reflejos muy originales en las paredes del hogar. Estos portavelas parecen estar hechos de cerámica pero en realidad han sido elaborados empleando únicamente barro cocido en base a una singular técnica que permite dotarlos de su peculiar color negro.

Prácticamente casi cada país tiene su propio estilo de vela. Con cada una de ellas es posible acceder a un pedacito del mundo y entender un poco más de su cultura artesana, de sus tradiciones y de sus preferencias decorativas. Se trata de todo un viaje que podemos hacer con un objeto aparentemente muy sencillo, pero cargado de historias y tradiciones y, al tiempo, absolutamente actual y renovado.

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Bolsos de tela hechos a mano: una cultura en cada tejido

Los bolsos de tela hechos a mano adquieren formas diversas: bandolera, mochilas, bolsos de mano, bolsos cruzados... Pero todos ellos tienen un elemento en común: los tejidos en los que están realizados nos cuentan la historia de aquellas culturas de los que proceden.

El bolso de tela tiene orígenes muy remotos, pues sabemos que ya en la Edad Media las mujeres de clase alta los empleaban combinados con el resto de su indumentaria. En Latinoamérica los bolsos de tela forman parte esencial de las artesanías de Colombia y las artesanías mexicanas, dos de las más ricas del continente. En este último país, Chiapas es una de las regiones con una producción más rica. Pese a la llegada de los colonizadores, la artesanía latinoamericana indígena ha resistido, y sus modelos de bolsos de tela siempre suelen tener dos denominadores comunes: sus vibrantes colores y su decoración en común con otros elementos de uso cotidiano, como la indumentaria femenina. Los bolsos para mujer, en este sentido, son especialmente llamativos y muy distintivos.

Los bolsos hechos a mano en tela emplean los materiales disponibles en cada contexto, de ahí que sean normalmente piezas asequibles tanto para producir como para que las comunidades locales puedan comprarlos. Por ejemplo, en países con amplia presencia de ovejas, la lana es el tejido más empleado; en otros lugares, como en África, la tela tipo batik, muy barata y fácil de conseguir, es la preferida. Puesto que los bolsos artesanales de tela se trabajan empleando los materiales disponibles en cada entorno, es fácil saber a través de dichos materiales de dónde proceden. Son, así, productos a la vez utilitarios y con una profunda carga cultural.

Con el paso del tiempo, lo que empezaron siendo piezas que se empleaban únicamente para el transporte de materiales o de alimentos se han convertido en auténticas obras de arte, especialmente cuando los mercados occidentales han manifestado su interés por los bolsos de tela tradicionales de diversas partes del mundo.

Hay infinidad de bolsos de tela dependiendo de la zona del mundo en la que nos ubiquemos: por ejemplo, en Marruecos son muy habituales los que emplean elementos de la vestimenta campesina, y también los que mezclan tejido y cuero; en África, sobre todo en su parte occidental, y en Indonesia, el tejido batik es especialmente apreciado; en Latinoamérica se confeccionan bolsos de mano en vivos colores y las famosas mochilas wayuu colombianas, que cada vez es más frecuente ver en estilismos hasta de las bloggers más influyentes en Europa y Estados Unidos.

Los bolso de tela, en todo caso, permiten además subsistir a las comunidades de las que proceden, que con su fabricación presentan al mundo y dan a conocer a muchas personas saberes milenarios y técnicas que a menudo combinan los saberes indígenas con las innovaciones técnicas que impusieron los colonizadores o que progresivamente ha ido introduciendo la modernidad. Todo ello sin renunciar nunca a su carácter y esencia artesanos.

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